El miedo es una emoción universal que todos sentimos en algún momento. Es un sistema de alarma primitivo que ayuda a evitar situaciones potencialmente peligrosas. Por tanto, son respuestas instintivas, sin aprendizaje, que pretenden protegernos.
Son los niños los que más expresan miedos de diferente índole y en diferentes situaciones. Este hecho se debe a que existen lo que se llaman miedos evolutivos que surgen en una etapa del desarrollo. Dichos miedos van desapareciendo debido a que el menor adquiere una mayor madurez emocional, nuevas estrategias cognitivas y de afrontamiento así como nuevas experiencias que le dotan de las habilidades necesarias para superar estos miedos.
Los miedos típicos en la infancia son:
En el primer año de edad son miedos a estímulos intensos y desconocidos como fuertes ruidos, y ante los extraños.
En la etapa de preescolar (entre 2 y 6 años) son comunes los miedos a la oscuridad y a los seres fantásticos como las brujas y los monstruos. En este periodo también se inician los miedos a los animales que en algunos casos pueden mantenerse hasta la edad adulta.
En la etapa de 6 a 9 años los miedos son más realistas y específicos. Los niños/as tienen miedo a sufrir daño físico (accidentes, heridas, inyecciones), temor al fracaso escolar y al ridículo. En los casos que haya un ambiente familiar hostil también puede aparecer miedo la separación de los padres.
En la preadolescencia y adolescencia los mayores temores se relación con la autoestima, con el miedo a no ser aceptado por el grupo y a fracasar en los diversos aspectos de su vida.
Y cómo diferenciamos un miedo de una fobia? Pues cuando se dan los siguientes criterios:
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La situación temida genera una respuesta de miedo desproporcionada.
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Es de larga duración.
Las fobias infantiles suelen aparecer entre los cuatro y ocho años de edad y es deseable acudir a un especialista que ayude al niño a superar estas situaciones.
Ester Muñoz, tu psicóloga en Tenerife.