¿Tienen que ver la alimentación con las emociones? De entrada son dos palabras y contextos que no suelen tener mucha conexión, cuando en realidad tienen mucha relación entre ellas. ¿Te ha pasado alguna vez que no tengas hambre, pero sentir el impulso de comer? Y además de comer no comida sana como fruta o verdura, sino comida basura o con alto contenido graso, en este caso, son tus estados emocionales los que te impulsan hacia la comida. El termino alimentación emocional (Parker, 2006), se refiere a aquellos comportamientos alimentarios que están más motivados por un estado de ánimo que por una necesidad biológica.
En líneas generales, podemos ser conscientes de las emociones que sentimos a través de nuestros cambios físicos, nuestra conducta o nuestros pensamientos. Sin embargo, en ocasiones, podemos tener dificultades para identificar nuestras emociones, bien porque experimentamos diferentes emociones a la vez, o porque fluctuando de una a otra o porque no hemos aprendido a diferenciarlas correctamente…
Las emociones que suelen generarnos comer cuando no tenemos hambre son:
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Enfado. Comer por enfado suele suceder más en mujeres, debido a que por educación no ha estado bien visto el enfado en la mujer y éstas suelen reprimir su expresión.
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Aburrimiento y/o soledad. Se come para combatir el aburrimiento, para llenar un vacío relacional.
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Ansiedad. Cuando estamos nerviosos o preocupados acudimos a la comida como una forma rápida de aliviar el malestar. Destacar que la relación entre ansiedad y comida es más intensa cuando no sabemos el motivo de la ansiedad.
Cuando acudimos a la comida nuestro malestar disminuye, pero no hemos solucionado el problema porque la causa de nuestras emociones sigue estando presente, no hemos intentado resolver la situación, solo ponerle un parche. Y aquí ocurren dos cosas, por lado, el alivio del malestar que sentimos al comer hace que se refuerce la conducta, con lo cual cuando nos volvamos a sentir igual volveremos a la comida. Y, por otro lado, se puede iniciar un problema con la comida debido a que nos demos atracones o comamos alimento poco sanos de manera generalizada.
En resumen, cuando tenemos un pobre control emocional de nuestra vida acudimos a la comida y podemos llegar a pensar y a desarrollar un problema alimentario con base emocional.
Por tanto, resulta fundamental aprender a identificar nuestras emociones y a gestionarla, algo que parece muy básico y que damos por hecho, pero que si nos fijamos, en nuestro día a día, es más complicado de lo que parece.
Ester Muñoz, mi psicóloga en Tenerife.